La cantante argentina Maca Mona Mu y el retirado escritor uruguayo Emilio Pérez Miguel volvieron a compartir fechas en Montevideo, con el disco Semillas y el libro Ayer la lluvia como excusas. Con ellos conversamos sobre la convivencia, la naturaleza y las obras.


Emilio Pérez Miguel es traductor público, periodista cultural y escritor retirado que en su haber tiene dos libros de poesía y uno de prosa, Ayer la lluvia, una obra conmovedora compuesta por once microcuentos y una novela corta recargada de sentimientos, cruda por momentos y mayoritariamente desgarradora, con un dolor y un amor adolescente siempre latentes. Ayer la lluvia está acompañada de un disco que la completa a la perfección.
¿Cómo surgieron los encuentros musicales/literarios con Mona?
Se originó con el libro Ayer la lluvia que lo publiqué en junio del año pasado. Pienso que lo que hacen los artistas es, a través de la ficción, crear una realidad mejor. Esto está enfocado un poco distinto: a mí me preocupaba que los jóvenes no leen, y este libro procuraba que leyeran literatura nacional. Este es mi tercer libro, y yo creo que uno siempre hace la misma obra; había hecho dos de poesía, uno en español y otro en inglés, y llegó el de prosa, que tiene once microcuentos y una novela corta. Cuando hubo que presentarlo se me ocurrió hacer una serie de encuentros que combinaran la música con el libro, porque así nació. Fueron diecisiete eventos; empezamos en la Sala Zitarrosa, donde se supone que no podés hacer un evento literario. La idea era generar un espacio donde todo coexista, y pasó de todo, se fue combinando todo.
¿Qué querés decir con que un artista hace siempre la misma obra?
Hace poco me retiré como escritor por algo, porque en un punto hice la obra y generé un contexto que me dejó satisfecho. Uno tiene una serie de preocupaciones que ataca siempre desde ángulos diferentes. El arte tiene un rol terapéutico para mí, está para curar; lo que cura es el vínculo, la unión. Hice tres libros y los dos primeros eran muy herméticos y no cambiaban nada, el conflicto quedaba siempre adentro. El tercero lo que hizo fue darme herramientas para la vida. Creo que los artistas son personas que están sobrecapacitadas para una labor que es la creación, y no están capacitadas para la vida.  Uno se crea y se recrea, y un día puede romper esos confines y salir para afuera: cuando eso pasa, me parece que ya no es lícito pedirle más al arte.
Y a vos te pasó eso.
Tuve la suerte de que me pasara eso con los libros, puede no pasar nunca, pero siento que tuvo un papel excesivamente sanador. Conocí muchísima gente en muy poco tiempo.
Tenés una concepción distinta a la de Mona: para vos el arte rompe, no alimenta.
Soy consciente de que lo que hice fue extremo y los extremos no son buenos, no son sanos. Y yo tengo plena conciencia de que la puerta mejor cerrada queda abierta. Pero yo con el libro hice lo que sentía. Date cuenta de que yo trabajo con mucha gente joven, y quieras o no ellos pisan donde piso yo. Idea Vilariño decía que vos lo único que tenés derecho a exigirle a un artista es que sea un ejemplo ético; yo francamente sentí, en un punto, que ya no podía brindarme del mismo modo, y se terminó ahí. Yo estaba colmado de emociones y pensamientos; fue una experiencia positiva en todos los sentidos, pero demasiado positiva. También yo decidí dejar ir a la literatura, que es lo más valioso que tenía, porque en un punto tuve que dejar ir a alguien y no podía hacerlo. Entonces cortamos por acá.
Hace poco me dijeron que una canción dice tanto de quien la escribe como de quien la escucha.
Benedetti decía que el poema no es del que lo escribe, es del que lo lee. Pero en el tema de los derechos libres, a vos te pueden robar un libro, un disco; nunca te van a robar lo que generó en vos haberlo creado y lo que genera en el otro. Es un instante de verdadera comunión. Lo que más nos pertenece es lo que más dejamos ir; yo lo entendí así y los puse en práctica.
¿Lograste tu objetivo de que los jóvenes se acercaran a la literatura?
Sí. Fue increíble porque los libros nunca se vendieron, sino que se regalaron. Por ejemplo, en la Sala Zitarrosa fueron 200 personas que eran de Barros Blancos y de Manga, los chicos que tocaban ese día, y los libros se daban en la puerta. Después por Facebook me cuentan: “Yo nunca leí un libro; esto es lo primero que leí y me encantó”, o “por el libro me reconcilié con mi novia”. Esas cosas tienen un peso emocional que te acompañan toda la vida. Y demasiado siempre es demasiado. Mi gran problema es que me cuesta objetivar lo que viví. Esto apunta a generar valores. Una cosa es hablar sobre paz, tolerancia, fraternidad, y otra es hacer algo que active eso en el otro.
Cerrada la etapa de presentación, ¿cómo surgió la posibilidad de publicar una antología de autores uruguayos inéditos?
Cuando terminé el libro en una semana lo subí a internet completo, con la licencia Creative Commons, que es un sistema de derechos libres con algunos reservados que apuesta a devolverle al autor cierta autonomía, que tiene mucha fuerza en Europa. Por haber hecho eso, una editorial de Valladolid, España, llamada Ágora, se interesó y me ofreció publicar en España con una salvedad: que además de bajarlo gratis, uno pueda donar lo que quiera, y con lo que se recaude se pueda hacer una serie de actividades para publicar una antología de autores inéditos. Eso ya es otra etapa aparte de lo que fue el ciclo de presentación.


Macarena Muñoz es Maca Mona Mu y generalmente Mona, una pequeña argentina dueña de un vozarrón y una buena habilidad para la guitarra, lo que la transforma en una cantautora en ascenso. “Vos me dolés”, canción de su último disco Semillas, se coló entre las cortinas de la ficción argentina “Guapas” y le dio un empujón de popularidad.
¿Cómo llegaste a esta experiencia conjunta y qué te ha dejado?
En febrero Emilio me contactó para que viniera a Uruguay a hacer una gira por la costa y hacer esta convivencia de literatura con canciones. Yo me encontraba -y me encuentro- presentando mi último disco que se llamaSemillas, y qué cosa mejor que Ayer la lluvia, que la lluvia riegue las semillas. Brotó una linda gira en verano y ahora me surgió un nuevo viaje, y es hermoso esto que se da; la convivencia entre las distintas áreas del arte es muy importante y lindo, y nunca lo había hecho. El compartir la obra ya me parece novedoso y una experiencia totalmente nueva. Conocí mucha gente muy amorosa y hermosa, y el hecho de compartir mis canciones en otro país es muy rico, nutritivo para mi alma y sigue tejiendo puentes.
¿Cómo recordás tus inicios haciendo música?
No me acuerdo porque la música siempre estuvo dentro de mí. Desde que tengo memoria cantaba e inventaba canciones, y creía que lo hacía todo el mundo. Después me di cuenta de que se podía estudiar canto, empecé a hacer mis primeras canciones en formato canción cuando empecé a tocar la guitarra; me mudé al piano después y seguí componiendo ahí. Esto de ser muy inquieta siempre me mantuvo en el rol de esponja para absorber toda la información que me sea necesaria para seguir desarrollando mi mensaje. Yo siempre digo que empecé más o menos a los catorce años, pero desde antes ya estaba haciendo cosas.
¿Qué música se escuchaba en tu casa en esa época?
En mi casa había mucho rock nacional, Charly García, el Flaco Spinetta. Después, cuando uno se vuelve adolescente, absorbe las músicas que le gustan a los compañeros. Siempre fui muy abierta de mente para escuchar porque considero que hay música que te puede gustar o no, pero tiene que tener el oído abierto para poder escuchar todo desde el corazón y el respeto del que creó esa canción.
¿Qué cosas te inspiran?
La vida cotidiana, el día a día. En mis canciones tengo un lenguaje muy cotidiano, de cómo hablo yo. Y trato de vivir lo más presente que puedo porque siento que la vida es una oportunidad constante que te da cosas de qué hablar, sobre qué profundizar, entonces me inspira el día a día, la naturaleza y la ciudad, esa convivencia, la gente, las historias ajenas, los amigos, la comida, los dibujos. Me gusta cocinar, también dibujo.
En tus canciones, además, se percibe un aire tanguero en las letras, en la manera en que son contadas, más allá de las musicalidades.
Se nota Buenos Aires un poco, si bien los ritmos a veces son más del norte, folclore de distintas zonas de Argentina, a veces son más cancioneras.



Hiciste tu primer disco con un sello y los siguientes fueron independientes. ¿Cómo fue ese camino tradicionalmente inverso?

El primero que casi no lo nombro porque fue una experiencia muy de principiante. Estuve con BMV y EMI Odeón, y esto de firmar contratos con discográficas no te asegura nada, por lo menos en Argentina. El trabajo tenés que hacerlo igual como si fueras independiente, por lo tanto cuando se me terminó el contrato enseguida hice un trabajo independiente. Yo soy muy inquieta, entonces formé una banda que se llamaba Mamá Mona, bajo un concepto musical ciclotímico, porque el género era muy cambiante, y en esta tercera experiencia es cuando me encuentro más conmigo. Ahora tengo el control de todo lo que está sucediendo con mi carrera y mi trabajo, y la parte negativa es que uno tiene un montón de labores en las cuales no sos del todo bueno en eso. Yo soy malísima con la tecnología y me volvía loca tratando de hacer algo, y perdía mucha energía y eso. Ahora por suerte ya tengo mi equipo de trabajo más abierto, pero sigue siendo un proyecto independiente y yo puedo dedicarme a lo que sé hacer, que es música.
Para hacer lo que sabés hacer ¿cómo está la escena en Argentina hoy?
Hay un circuito under muy fuerte. Luego de lo que pasó en Cromañón muchas bandas que estaban tocando empezaron a hacer formatos más reducidos porque los lugares empezaron  a cerrar. Entonces empezaron a resurgir los cantautores y sus circuitos, esos formatos más simples. En este último tiempo habían abierto ciertos centros culturales y oportunidades para la escena under, pero ahorita mismo hay todo un conflicto porque están mandando a cerrar muchos centros sin ningún tipo de motivo y por excusas que no tienen peso. Ahora hay reuniones entre músicos y hemos pedido un encuentro con el encargado de mandar a clausurar estos lugares. En Buenos Aires ahora hay abundancia de cantautor, y creo que el formato habla de la búsqueda de lo simple, de lo reducido, de lo conciso.
En Uruguay está pasando lo mismo, hay auge de cantautores y revalorización de la obra de solistas y cantores de otras épocas.
No me parece casualidad que los hechos que se hayan dado a nivel histórico nos hagan estar hablando de que acá en Uruguay hay un montón de cantautores, y que en Buenos Aires también. Hay un montón de personas que están buscando lo simple, un mensaje que transmitir sin ningún firulete, sin ninguna cosa que vista.
Siguiendo con la idea de Emilio, ¿con tu música pretendés activar valores?
Considero que mi música trae consigo los paisajes donde yo me muevo. Yo vivo en Buenos Aires, en un paisaje muy urbano pero que a la vez tiene naturaleza. Creo que siempre estuve  muy conectada por eso y me llamó siempre la atención la convivencia de la urbanidad con la naturaleza, que pienso que sigue siendo insistente. Y tenemos que agradecerle por su insistencia. Siempre doy este ejemplo: uno va caminando por la calle y hay una baldosa rota que la rompió una raíz de un árbol. Es ese “no me olvides” que nos da la naturaleza constantemente y que no podemos olvidar. Considero que Semillas despierta esos valores: volver a conectarse en un paisaje muy violento, urbanizado y ruidoso con eso sutil, pendiente que tenemos, el momento en que uno quiere volver a uno mismo, a la naturaleza esencial. Y cuando uno va hacia uno mismo puede ver hacia afuera con otros ojos. El disco propone eso, con esos ruidos y sonidos, porque hay algunas cosas medio loopeadas y otras que son guitarras súper cálidas, la madera. Ahí está la convivencia del paisaje donde vivo. La canción viene a cumplir un rol de puente y yo vengo a ofrecer un servicio, que es el de transmitir esas canciones que ya ni me pertenecen, porque en el momento en que uno las está cantando y mostrando ya son parte de otras historias.
Emilio optó por retirarse como escritor. ¿Vos crees que un músico puede retirarse?
Está difícil, no está en mis planes, sobre todo porque me encuentro presentando este último trabajo. También encontré en este último disco un camino de sanación, quizás un viaje hacia el interior para que después esas canciones puedan ir hacia el exterior y sanar a otras personas. Por eso le puse al disco Semillas, porque considero que las canciones vienen a cumplir el rol de las semillas. Cuando me enteré de cómo era la vida de las semillas me pareció muy curiosa, porque ellas están esperando el momento indicado, la temperatura ideal, la humedad exacta: un momento perfecto para empezar a dar sus brotes, a vivir. Entonces considero que las canciones tienen ese rol en nuestra vida y nosotros somos tierra fértil. Pasa que uno escucha una canción en un momento y no le dice nada, y escucha esa misma canción en otro momento y tu tierra está predispuesta a recibir esa semilla y aparecen los brotes y las interpretaciones de cada una de las personas que oyen las obras. Por eso a mí me fascina el intercambio constante que tengo con los oyentes, que me comentan, me cuentan lo que les pasa, las vivencias que tuvieron, y por ahí yo no escribí justamente por eso, pero es muy nutritivo mantener esas conversaciones porque a mí me mantiene creativa. Por eso no podría.
Belén Fourment
@caradeort